El primer paso a la libertad: ¿Quién soy?
- Christopher Neftali Alvarenga Portillo
- 23 oct 2023
- 7 Min. de lectura
¿De dónde surgió la pregunta que nos apremia hoy, con su total lirismo? Como todo movimiento político que cambia las formas en la que un país se maneja, revolución industrial que da vuelta a la cadena de los medios de producción, tratado filosófico de páginas indelebles que abren los ojos a las nuevas generaciones sobre lo que fue, lo que es y lo que será, o lasitud que verterá consciencia sobre el ser; todo comienza por las preguntas.

No hay cambios en el mundo por el humano, que no comiencen por las preguntas. ¿Qué tipo de preguntas? Estarás pensando. Me refiero, pues, a esas preguntas que empiezan por sembrar la duda ante el statu quo. La pregunta del “porqué” o “como” son válidas, pero antes de ellas hay otras más fundamentales. Preguntas que muchas veces, se hacen de forma inconsciente y muy rara vez de forma consciente.
Dichas preguntas son las que intentan iluminar el camino por el que se transita; de paso, se indaga también, en el camino ya recorrido. De entre las preguntas que buscan fundamentar, la que nos tiene hoy es la pregunta por el ser. ¿Quién es el ser? ¿Quién soy?
La pregunta por la identidad propia (aunque este concepto de “identidad” es erróneo para la pregunta) es la pregunta más vieja de toda la humanidad, y la más irresoluble; no porque no se le haya dado solución – aunque ya hablaré de ello – sino porque poca gente se pregunta por el ser, y de entre los que se preguntan, pocos saben responder o alcanzar una verdad un poco más verosímil que la del resto.
A pesar de ser la más fundamental, en tanto que define al ser consciente, es la cuestión más irresoluble de entre todas. Talvez pienses que tiene esa costumbre o esa fama, porque no se tiene las herramientas para responder. A lo cual, yo respondo que no es así.
¿Puedes reparar un carro con herramientas quirúrgicas? ¿Puedes cambiar una llanta con un bisturí? Pues, un arrogante o soberbio podría; puede cometer su objetivo por otros medios, sin embargo, no es el más optimo o de mejores resultados. Similar es la pregunta “¿Quién soy?”.
Antes de seguir, hay que establecer un método:
Como ya nos enseñaba el gran racionalista, René Descartes, todo puede sucumbir ante la débil fuerza de nuestro poder de hacer dudas. La misma realidad sensorial sucumbió ante el poder de la duda del gran filósofo francés, cuando empezó a preguntarse por lo que existe y lo que no. Llegando a su conclusión de “Cogito ergo sum”, lo cual significa “Pienso, por lo tanto, existo”. Descartes no dio pruebas que solo él existe, o por lo menos, que solo existe el ente en tanto que piensa. Debido a que está pasando por alto las propiedades materiales del ser humano. La dualidad cartesiana tiene problemas en tanto que, ¿Cómo puede algo inmaterial tener poder sobre algo material? Es una teoría muy idealista.

No hay que culpar a Descartes por no dirigir su pensamiento de forma más materialista, dado que el pensamiento materialista surgió siglos después. Descartes nos ayudó a fundamentar lo que ahora conocemos como la filosofía moderna. También, el filósofo francés no pudo explicar su existencia fuera de su pensamiento dadas las circunstancias materiales en las que se encontraba. Este último punto será importante después.
No indagaré en el tema de Descartes porque no es lo que priorizo, sin embargo, si deseas puedes investigar sobre las teorías cartesianas para tener un poco más de claridad sobre lo que expongo, es para mi una dicha. También es mi responsabilidad, recomendarte no solo el estudio de ellas, sino también, la critica contra las mismas. Dicho esto, tomaremos como punto de partida las siguientes conclusiones que podemos abstraer del pensamiento de Descartes:
Descartes nos enseñó que el conocimiento verdadero es difícil de acceder, dado que, si algún conocimiento puede ser confrontado por nuestra duda, carece de las cualidades de un conocimiento ultimo y acabado.
Lo importante del ser humano es su capacidad de pensar, de pensar que está pensando; o como es llamado: autoconciencia. Y también, de pensar su entorno.
Si aplicamos el primer fundamento del gran filosofo del siglo XV, usando un nuevo dispositivo hermenéutico, aplicando ese dispositivo a la pregunta “¿Quién soy?”, se va aclareciendo mis intenciones, o más bien, las vías por las que quiero manejar el siguiente discurso.
¿Quién soy? Si hacemos caso a Descartes, llegamos a la conclusión, o mejor dicho punto de partida, que uno nunca sabe quién es uno mismo, porque siempre, en toda la vida, el ser humano se pregunta quién es.
Volviendo a entrar en materia…
Este problema de pregunta infinita, se explica por lo que ya mencioné anteriormente, la pregunta está mal fundamentada.
La pregunta “¿Quién soy?” remite al ser en tanto que es, es decir, es una pregunta ontológica. Responder a dicha pregunta con las siguientes conclusiones apresuradas, o como yo les llamo, “conclusión del ente”, es erróneo:
¿Quién soy?
Soy mis posesiones.
Soy mi identidad cultural
Soy mi identidad racial.
Soy mi identidad social.
Soy mi identidad económica.
Soy en tanto que me definen…
Las llamo conclusión del ente, porque responden a la pregunta del ente, o sea, el ser humano en tanto que se nos presenta y no en tanto que es.
Estos son pocos ejemplos con los que se responde. No nos dejamos de preguntar porque, dado lo que abstraemos de Descartes: el conocimiento verdadero es difícil de acceder. Segundo, muchos se rinden de seguir preguntando por el ser, y se satisfacen con la “conclusión del ente”, aunque sigue generando problemas, dado que es una respuesta a una pregunta distinta. Por último, la pregunta está mal formulada, no estamos preguntado por el ente, estamos preguntando por el ser.
Por lo tanto, si aceptamos que es una pregunta infinita, que siempre nos preguntamos por quienes somos – tomaré este asunto más adelante, pero por otras razones – y también que confundimos al ser con el ente, cualquier respuesta no será la más cercana a la verdad absoluta, si es que la hay.
Pero, ¿Qué es el ser y el ente?
Ente vs Ser
No confundamos al ente con el ser. El ente es el que se nos presenta y no el que es. El ser es el único que es. El ente en el sujeto tiene características asociadas al ego, por ejemplo, las categorías de la personalidad o lo que define su forma de comportarte, que, a su vez, están determinadas o condicionadas por causas sociales, culturales, biológicas, económicas, etc. Por causas materiales e históricas.

El ser solo lo podemos abarcar ontológicamente. El ser no tiene identidad, solo existencia. Como ya nos enseñaban los grandes existencialistas del siglo XXI, como lo es Jean Paul Sartre, lo importante del ser no es su esencia, sino su existencia.
Dada tal afirmación, más tarde propondré una ética que ha sido desarrollada dialécticamente.
La naturaleza del ser es indescriptible con el lenguaje, el lenguaje nos lleva por las vías incorrectas, sin embargo, los sentidos nos hacen la idea de lo que puede ser el ser.
Por ejemplo, la pregunta “¿Qué es la muerte?” Primero, estamos preguntando por el ser de la muerte. La pregunta en tanto que preguntamos “¿Qué es?” esta mal formulada, es un vicio del lenguaje. No podemos preguntar por el ente como si fuera un ser. No podemos saber que es la muerte hasta que morimos. Mientras que nombramos algo es un ente, el ser se conoce desde el no ser. Como dijo Lao Tse en el Tao.
“Desde el ser comprendemos su apariencia. Y desde el no ser, su esencia”
No nos confundamos el ente con el ser del ser humano al preguntar quién es, o “¿Quién soy?”, de forma más personal. Toda construcción del ente es una co-creación social.
También quiero aclarar en este punto algo que quedo pendiente hace algunos párrafos, y es la infinita pregunta por el ser. La respondo hasta este momento, cuando ya es explicada la diferencia entre ser y ente para no dejar cualquier malentendido.
¿Por qué nos preguntamos siempre por quienes somos? Porque como ya he venido exponiendo, estamos preguntando por el ente cuando deberíamos preguntar por el ser. Y al responder con la “conclusión del ente”, nos quedamos satisfechos a corto plazo, sin embargo, ocurre lo contrario a largo plazo. La respuesta que le dimos en el pasado se queda obsoleta ¿Por qué? Porque lo que somos como entes siempre esta cambiando. ¿Por qué? Porque cambia nuestra realidad material, y si seguimos teniendo la misma ideología, nos angustiamos y creemos que no sabemos quienes somos.
¿Quién soy?
Las conclusiones a las que quiero llegar en esta ocasión es que diferenciemos al ente del ser, y así, saber que, en definitiva, no somos nada. El poeta ya lo sabía muy bien:
“No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
[…]
¿Qué puedo saber de lo que seré, yo que no sé lo que soy? ¿Ser lo que pienso?
¡Pienso ser tantas cosas! ¡Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas que no podemos ser tantos!” (La tabaquería, Fernando Pessoa)

Cuando Pessoa dice que no somos nada, no significa que literalmente no somos nada, sino, mas bien, lo que pensamos que somos es efímero. Confundimos al ser con el ente, y este último es la construcción social que se nos viene imponiendo.
No somos nuestro nombre, porque si nos cambiamos de nombre seriamos la misma persona. No somos nuestro físico, por qué, por ejemplo, si perdemos alguna extremidad, seguimos siendo nosotros. No somos nuestra identidad nacional, porque si algún problema aparece en nuestras vidas, nuestra patria no nos viene a salvar, cabe la excepción, pero en la práctica ningún otro conciudadano se preocupa por nuestras necesidades. No somos nuestra raza, ese concepto proviene de la pseudociencia de siglos pasados para justificar la esclavitud y “razas superiores”. Aquellos que nos identifican por nuestra raza se irían de espaldas al saber que hay más diferencias entre miembros de la misma raza, que entre miembros que distintas.
Todos estos ejemplos y muchos otros, son representaciones del ente. Y aún el ente tiene representaciones que carecen de respaldo filosófico o científico, muchas formas del ente son contingentes y relativas.
Ética
No somos nada porque lo podemos ser todo. Si nos definiera totalitariamente lo que somos como ente, seriamos un algo cerrado y absoluto. Sin embargo, somos seres.

Esto nos abre las puertas a la libertad. Distinguiendo entre el ser y el ente podemos librarnos de los yugos del ego. El ego es una forma del ente. La libertad comienza en el restablecimiento después de la lasitud. La libertad comienza después del desarrollo de una consciencia.
Somos libres en tanto que sabemos que simplemente somos, no somos lo que nos han dicho que somos, solamente somos. Y podemos ser lo que queramos ser.
Somos la relación dialéctica entre el ser y el ente, sin embargo, somo más seres que entes, ya que podríamos ser cualquier ente, pero la voluntad de ser seres es una sola. Por ejemplo, todos somos seres humanos, pero cada ser humano se diferencia por quien es como ente.
Lo importante de ser es nuestra existencia y no nuestra esencia.
Advertencia
Sin embargo, tenemos limites, como entes. Por supuesto que la consciencia abre la libertad, y todo se comienza por saber dónde este uno parado. Sin embargo, nuestras condiciones materiales nos condicionan. O como decía Michael Foucault
“El sujeto está sujeto”
Estamos sujetos a las causas que nos condicionan. No hay una libertad absoluta material, sin embargo, podemos deshacernos de los vicios del ente o el ego, ideológicamente.
Próximamente:
¿Cómo conocerse a si mismo, si es que se puede?


Jorge Flores
Escritor
Instagram: @george.nolook
YouTube: @george.nolook




Comentarios