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Negación de tu destino

  • Foto del escritor: Christopher Neftali Alvarenga Portillo
    Christopher Neftali Alvarenga Portillo
  • 19 sept 2024
  • 5 Min. de lectura

La negación de lo que crees estar destinado a ser no es del todo malo. Desde mi punto de vista, es un acto de valentía. Aunque no todos podemos lograrlo, intentarlo vale la pena, porque no hay nada más mediocre que vivir una vida que sabes que no es la tuya.


Este artículo marcará quizás los cuatro pilares sobre los que quiero establecer mi vida. Puede parecer contradictorio comparado con algunos consejos que he dado anteriormente, pero eso es fruto del constante cambio en el que vivimos. El tiempo, aunque lineal, cambia nuestras metas, nuestros objetivos y, en ocasiones, nuestra vida entera.


¿A qué estoy destinado?


Esta pregunta ha sido por mucho la más importante en mi vida y considero que de manera general, para todo el ser humano, ya que en sí le da un rumbo al cual guiarse, nos da una meta, un reto y así mismo nos da energía para seguir ante lo que queremos.


Si bien en este artículo no discutiremos el cómo resolver la incógnita, sino más bien, hablaremos de cuándo y cómo negarse al hecho de que en ocasiones, lo que estamos destinados a ser, no es lo que nosotros deseamos.


A lo largo de nuestra vida, estamos constantemente buscando un camino que guíe nuestras acciones, valores y esfuerzo. Mi experiencia, aunque corta, me ha enseñado que este camino lo vamos encontrando a través de fracasos, éxitos y decepciones. Cada uno de estos escenarios nos proporciona una pieza del rompecabezas que es nuestro destino. Con paciencia, y a veces con dolor, logramos juntar la mayoría o incluso completarlo por completo.


¿Qué es el destino?


Para este punto me gustaría aclarar el significado que tiene “destino” para este artículo, para mí y para el desarrollo de este artículo, ”destino” se refiere al objetivo o camino que probablemente estarás tomando por el resto de tu vida, esto basándose en las acciones constantes que se han desarrollado a lo largo de ella, por ejemplo, una persona que desde los 12 años ha estado manteniéndose en una disciplina que le apasiona, podremos decir que su destino va dirigido por el camino que, si el lo desea, puede llegar a ser un experto dentro de esa disciplina y ganar uno que otro trofeo si se lo propone.


Habiendo aclarado ese punto, yo considero que dentro del entorno de nuestras vidas o de los retos que se nos presentan nosotros llegamos a encontrar realmente lo que nos define como persona y complementariamente, nuestro rumbo, en ocasiones los pedazos de rompecabezas salen meramente de pedazos de nosotros mismos, es decir, de un reto que ha tomado demasiado de nosotros.


Pero tengo una pregunta…


¿Qué sucede si no acepto mi destino?


Como bien he dicho previamente, que el destino resulta de los retos presentados en nuestras vidas (según mi opinión), pero ahora bien, ¿Y si lo que descubrimos después de tantos retos no es lo que nos gusta? ¿ Y si en vez de experiencias nos trae cicatrices?


Siempre he creído que al encontrar nuestro destino, será algo positivo, que nos encaminará hacia la mejor versión de nosotros mismos. ¿Pero qué pasa cuando ese destino no coincide con lo que deseamos? A veces, nuestro destino no nos lleva hacia lo que anhelamos, sino hacia donde nuestra identidad o situación actual está siendo dirigida.


En una de mis más recientes experiencias escribí en mi journal:


Yo no seré encasillado por una sola situación, sin embargo, pretenderé serlo por un sueño imposible, puesto que, el hecho de que lo que busco no es para mí, me hace desearlo más.

El contexto de esta frase va así: hace un par de años atrás, tuve la dicha y SUERTE de estar en una beca educativa, en la que honestamente apliqué con pocas esperanzas, esto dado a que era el menos competente de todos los candidatos de mi escuela ; al momento de estar dentro de ella, descubrí un nuevo mundo, uno en el cual no encajaba a la perfección, uno en el cual si hubiera existido una línea de meta imaginaria, yo aún estaría tomando el bus, estaba tan atrasado en cuanto a TODO que no sabía por donde comenzar.


Me fijé una meta imposible en ese entonces, ambiciosa para las competencias que tenía. Con el tiempo, mi progreso fue casi nulo. Entonces me enfrenté a dos opciones: aceptar que no pertenecía allí o enfrentar el reto de continuar sabiendo que ese lugar, no era para personas como yo. Fue entonces cuando no acepté dos cosas: rendirme y aceptar mi destino.


Si bien el problema no era el lugar en el que estaba, sino, los lugares donde había estado, las personas que había conocido, lo que había ignorado, lo olvidado, lo no aprendido; entonces, el problema era yo, era la manera en como abordaba los problemas, la manera en como aprendía, en como estudiaba, en como trataba.

Por tanto, decidí cambiar quien era, cuatro palabras son fáciles de escribir, pero me tomó 4 años en ver un progreso, el cambiar el uno mismo es una de las tareas más difíciles a las que me he enfrentado, puesto que no solo debes de cambiar tus hábitos, sino tu mente, tarea en la que todavía sigo trabajando pero me ha llevado a explorar más mis límites, si bien el primer año estando en ese lugar no cumplí mi objetivo, progresé mucho en el segundo y lo alcancé en el tercero, para el cuarto solo que quedaba mantener el mismo foco y recordar vívidamente.


Que ese no era mi destino.

No había mucho contexto en ese momento, pero mi objetivo no es contar mi vida, sino dar un ejemplo de cómo el destino puede ser variable. No siempre es el mejor, y está bien luchar contra él, porque al final, el destino es solo un camino, y tú eres quien lo recorrerá.


Mi relato personal no da el suficiente material para lo que he querido reflexionar en este artículo, por lo que, tomaremos un pequeño fragmento de la vida del escritor Viktor Frankl (autor de El Hombre en busca de sentido).

Frankl, era un psiquiatra que sobrevivió a los temidos campos de concentración nazis que duraron desde 1933 hasta 1939, en su libro habla mucho acerca del sentido de la vida y el destino en sus escritos. Durante su tiempo en el campo, Frankl se dio cuenta de que, a pesar de las terribles circunstancias que no podía controlar, lo único sobre lo que aún tenía poder era su actitud frente a lo que vivía. No podía cambiar el entorno brutal, pero sí podía decidir cómo enfrentarlo.


Frankl analizó que aquellos prisioneros que encontraban un propósito, una razón por la cual seguir viviendo, sobrevivían mejor a las atrocidades. Esto no cambiaría nada del entorno, la brutalidad de los guardias, el frío y el hambre que constantemente se tenía. Pero en ese sufrimiento extremo, la única libertad posible era la respuesta interna de cada persona.


A partir de esto, Frankl creó la logoterapia, una forma de psicoterapia centrada en la búsqueda del sentido de la vida. Su conclusión principal fue que, aunque no podemos cambiar nuestras circunstancias, siempre podemos elegir nuestra actitud hacia ellas. Esta perspectiva dio fuerza y significado a su existencia, incluso en los momentos más oscuros.


Extrayendo de su auténtico libro una cita, dejaré mi conclusión ante este tema:

“Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos.”

Negar lo que creemos ser nuestro destino no es un acto de debilidad, sino una oportunidad para descubrir quiénes somos realmente y qué queremos ser. No siempre el destino que encontramos es el adecuado, pero está en nuestras manos decidir si lo aceptamos o lo enfrentamos. Al final, somos los únicos que atravesamos ese camino.



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